Durante los últimos 70 años, la computación
electrónica digital ha sido el principal objeto de estudio en el mundo de los
computadores. Pese a que esta situación no está próxima a cambiar, sí que
empiezan a verse las primeras limitaciones de este sistema.
No es posible mejorar cuantitativamente cada componente electrónico de forma
indefinida; ni mucho menos, lograr que cada mejora sea siempre viable. Para sufragar estas limitaciones, se proponen diversas alternativas.
A corto plazo, los estudios se centran en modificar la estructuración del hardware
existente, introduciendo mejoras cualitativas que ya están empezando a entrar en
vigor, como la unificación de componentes o la replicación de unidades funcionales. A medio y largo plazo, sin embargo, se están estudiando nuevos modelos de computación revolucionarios, desarrollando distintos nuevos enfoques.
Aunque los ordenadores no
van a desaparecer de la cotidianidad, sí cambiará la forma de usarlos, así como
su tamaño y funciones. La idea es que faciliten la vida sin depender demasiado
de ellos.
Las computadoras de tamaño
minúsculo ya hacen parte de nuestra cotidianidad. Cámaras o grabadoras, por
ejemplo, se pueden esconder en un dije de una cadena o en nuestro reloj de
pulso.
Ya no son necesarias
pantallas para acceder a datos e informaciones.
Ahora uno puede proyectar
textos o imágenes directamente a sus gafas y verlos allí
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